El estrés es una respuesta física excesiva del cuerpo debido a una sobreestimulación del entorno y la incapacidad de disminuir el estado de alerta. Se trata de una respuesta que experimentamos todas las personas, con distinta intensidad y que no es peligrosa, aunque puede ser molesta.
Un nivel moderado puede resultar adaptativo, puesto que supone un grado de activación necesario para enfrentarse a algunas situaciones y/o mejorar el rendimiento académico, laboral, etc. Pero cuando es muy frecuente o tiene un nivel muy elevado, en situaciones que no son justificables y que interfieren habitualmente en la vida de la persona, es mejor consultar a un profesional.
Las propuestas son:
– Realizar cambios a distintos niveles. Esto implica cambios en uno mismo, tanto a nivel físico (ejercicio, alimentación, sueño) como psicológico; cambios con el trabajo y cambios con los demás. Es recomendable realizar una lista de los cambios concretos que se pueden realizar, teniendo en cuenta que deben ser alcanzable y siempre en positivo.
– Es bueno aprender a compartir responsabilidades. Hay personas que tienden a asumir demasiado y no aceptan ayuda.
– Conviene ser tolerante con el propio proceso de cambio, ya que los cambios no ocurren de golpe y requieren esfuerzo. Es importante aprender a esperar.
– Todo el mundo tiene límites, no podemos abarcarlo todo. Esto implica tolerar los propios errores y los de los demás. Como tenemos límites, es básico priorizar lo que es importante para ti y darle más valor, más dedicación.
– Aumentar la tolerancia a la frustración: ni las personas ni las situaciones son siempre como queremos, pero sin embargo podemos estar moderadamente satisfechos.
– Aprender a ser más asertivos. La asertividad (hipervínculo con el artículo de asertividad) es la capacidad para defender los propios derechos respetando al mismo tiempo los de los demás e intentando llegar a acuerdos.
– Aprender a decir no.
– Competir en momentos de diversión, trabajo y vida en pareja o familia es ideal para quien quiere agotarse y perderse la mejor parte de las vivencias. Por tanto, es mejor dejar la competición.
– Tomar iniciativa para mejorar tu situación. Tu actitud activa es fundamental: debes ser autónomo cuando sea posible y pedir ayuda si necesitas. Puedes mejorar tu actitud frente a las situaciones si te haces un «diálogo interno» a tu favor, te será muy útil. Prueba cosas nuevas y nuevas formas de enfrentarte a los retos vitales.
– Trabajar la tolerancia a la incertidumbre: no se puede saber todo ni se pueden controlar las situaciones que uno está viviendo de forma completa. Aclara las situaciones cuando sea posible hacerlo.
– Saber disfrutar y centrarte en el presente, en los “pequeños momentos”. Buena parte de la ansiedad está relacionada con recordar hechos del pasado o preocuparse por el futuro excesivamente. No te pierdas ninguna oportunidad de divertirte.
– Valorar lo que eres, lo que tienes, las personas importantes… y no lo que no eres, lo que no tienes, etc.