En el proceso de duelo, ayuda más escuchar que hablar.

El tiempo es importante, pero lo es más lo que hacemos con el tiempo; elaborar el duelo requiere un trabajo personal.

La pérdida es una experiencia inevitable para el ser humano. Durante nuestra vida, hemos experimentado, experimentamos y seguiremos experimentando pérdidas de distinta naturaleza. Pérdidas físicas, cuando se trate de cosas tangibles o personas, y pérdidas psicológicas o simbólicas, cuando lo que se pierde es de naturaleza psicosocial.

La pérdida puede ocurrir de forma repentina o anticipada; puede ser permanente o temporal y puede afectarnos la visión del mundo de manera más o menos profunda. Esto condiciona de forma directa nuestro proceso de duelo.

Algunos estudios sobre eventos vitales sugieren que las más “peligrosas” son aquellas pérdidas que se producen en un período de tiempo relativamente corto, por lo que hay pocas oportunidades para prepararse, aquellas en las que sus implicaciones son permanentes y las que requieren mayor revisión de creencias y supuestos del mundo.

Ante una pérdida existen reacciones naturales y esperables como sentir tristeza, incredulidad, confusión, depresión, sufrir insomnio, dolor, ansiedad, culpa, tensión muscular, problemas digestivos, preocupación, dificultades para respirar, taquicardia, debilidad muscular, impotencia, choque , alivio, insensibilidad, opresión en el pecho, dificultades para deglutir, pseudoalusiones (ver al otro, sentir que te llama, que está presente, etc.), añoranza, soñar, dificultades de concentración, llorar, suspirar, falta de energía, soledad, fatiga, desánimo, inquietud, hiperactividad, hipersensibilidad al ruido, etc.

Todas estas expresiones de dolor forman parte del proceso de duelo y es una reacción normal, natural y esperable después de sufrir cualquier tipo de pérdida. Es un proceso personal y único, por tanto, cada persona reacciona de forma diferente. Todos elaboramos procesos de duelo, desde los más pequeños hasta los mayores, por eso hay que tener en cuenta que, la buena voluntad de proteger a los más vulnerables del dolor que supone una pérdida, puede comportar excluirlos y dificultar su proceso de duelo .

En la elaboración del duelo, el tiempo es importante, pero aún lo es más lo que hacemos con el tiempo. Se considera el duelo como un trabajo y, como tal, con una serie de tareas que deben llevarse a cabo: aceptar la realidad de la pérdida (un aspecto más bien intelectual y espiritual de nuestro afrontamiento activo); trabajar las emociones y el dolor de la pérdida (un aspecto más bien emocional); adaptarse a un medio en el que la otra persona no está (un aspecto más bien conductual), y “recolocar” emocionalmente al otro y seguir viviendo (un aspecto más bien social).

CÓMO ACOMPAÑAR UN PROCESO DE DUELO

Cuando acompañamos a alguien en un proceso de duelo es importante tener presente que: hay que escuchar más que hablar, estar presente para compartir momentos difíciles cuando sea necesario, estar allí para distraer a la persona cuando sea necesario; tomar la iniciativa en las llamadas y encuentros: no digamos “llámame si necesitas algo”, no digamos al otro qué debe hacer, confiamos en sus recursos, preguntémonos (¡y preguntémosle!) qué necesita el otro teniendo en cuenta cómo es (no qué necesitaríamos nosotros), seamos pacientes con su historia (probablemente será “monotemático” durante un tiempo); utilizamos un buen contacto físico, hay que tener cuidado con las frases estereotipadas; estemos atentos a la necesidad de ayuda profesional.

En IPPSIC ofrecemos acompañamiento a las personas que están pasando por un proceso de duelo y les ayudamos a elaborarlo para que puedan llegar a convivir con su pérdida.